miércoles, 10 de agosto de 2011

Ojos azules


Alice llevaba allí un mes. Estaba sentada en la cocina de Irina mirando como revoloteaba de un lado para otro mientras fuera nevaba. Le había costado acostumbrase a ese clima tan helado pero con el paso de los días no podía más que resignarse a ello.
- No sé como puedes tomar tanto café – dijo Irina poniéndose de puntillas para alcanzar las tazas.
- Ya te lo dije, o bebo eso o me deprimiré aquí dentro – se colocó las mangas de su jersey por encima de las frías manos – Además, lo prefiero a ese té tuyo.
- Sí, sí. Haz algo y ve a buscar galletas a la tienda – se giró bruscamente hacia su hermana – Y como se te ocurra traer alguna que no sea de chocolate te echo.
- ¿Y qué harías tú sin mí? – río Alice dándole una palmada en el hombro. Se enfundó unas botas para la nieve, cogió un abrigo rojo y salió a la calle donde el viento azotó sus mejillas.
Caminó calle abajo hacia la tienda de la señora Moore, una anciana más bien poco amable pero que le daba conversaciones interesantes. Las pequeñas casas a su alrededor parecían acogedoras, pero en realidad no contenían nada cálido. Iba pensando en todas esas personas que vivían en el pueblo cuando se tropezó con alguien.
- ¡Oh, disculpa! – se agachó para recoger el periódico que se le había caído al desconocido – Iba demasiado despistada – al levantarse para entregarle lo que había tirado, levantó la vista.
Allí estaban unos profundos ojos azules. Unos ojos que le quitaron la respiración.

martes, 9 de agosto de 2011

"Ven"


Alice iba andaba por aquel camino de tierra rodeado de árboles gigantes. Llevaba horas caminando desde que el autobús la había dejado al comienzo del bosque en dirección al pueblo. Sus pequeños zapatos ya empezaban a arderle sobre los machacados pies por ese camino y se alegraba de haber llevado una pequeña mochila con lo necesario.
Dentro de ella, llevaba la carta que había recibido dos semanas antes. La remitente era Irina, su hermana pequeña quien se había ido de casa de sus padres dos meses antes para empezar una nueva vida en aquel lugar. Esa carta la había sorprendido sobremanera, no por quien la mandaba si no por su mensaje. “Ven”. Era tan simple pero a su vez decía tanto.
El viento agitó su largo cabello sobre su rostro y volvió al presente, a ese camino que parecía interminable. Estaba empezando a oscurecer cuando atisbó una pequeña luz que marcaba el final de su recorrido. Por fin podría descansar y buscar a su hermana. Estaba tan ansiosa que apretó el paso ganando minutos para su llegada. La luz que había visto se trataba de un candelabro que portaba un hombre mayor, alto y con espesa barba canosa que la miraba con simpatía y compasión a la vez.
- Bienvenida – dijo con una sonrisa que dejaba ver como unas pequeñas arrugas se formaban en su cara - ¿Se ha perdido o ha encontrado lo que buscaba?
- No me he perdido señor, gracias – se miró los pies y descubrió que sus zapatos tenían peor apariencia de lo que pensaba con la caminata – Estoy buscando a mi hermana, se llama Irina. ¿Por casualidad usted no la conocerá?
- Oh, Irina – dijo mirándola de arriba abajo – Debí advertir que usted era su hermana. Sí, la conozco y debe de estar en su casa.
- ¡Vaya! Pues si me puede indicar el camino hacia allí le estaría muy agradecida – contestó levantando de nuevo su mochila.
- Por supuesto, será un placer – comenzó a andar a grandes zancadas que a Alice le costaba seguir - ¿Sabe ya dónde se va a hospedar?
- En casa de mi hermana, tampoco me quedaré mucho tiempo.
- No, claro que no...- continuó caminando en silencio adentrándose en ese pequeño lugar.